En una feria del libro –cualquiera podría valer–, un veterano
escritor reflexiona, al hilo de su encierro en una caseta de “dimensiones casi
palaciegas”, sobre la vida literaria; irónico discurso que sirve para poner en
solfa muchos aspectos de ese mundillo.
Mas no se trata simplemente de una crónica mordaz, una
sátira paródica o un ensayo disfrazado de ficción, sino de la puesta en marcha
de un proceso mediante el cual se iría gestando la narración, de tal forma que
la escritura y el resultado se identificasen.
Hay, por tanto, en el texto mucho de representación escénica, de referencias reales o fingidas, de alusiones que se citan y divergen, de disfraces manifiestos o implícitos, generando un burlón juego de espejos que refleja lo que es o lo que parece ser. Todo ello favorece una lectura abierta y plural, libre de interpretaciones mecánicas o previsibles esquematismos.
Hay, por tanto, en el texto mucho de representación escénica, de referencias reales o fingidas, de alusiones que se citan y divergen, de disfraces manifiestos o implícitos, generando un burlón juego de espejos que refleja lo que es o lo que parece ser. Todo ello favorece una lectura abierta y plural, libre de interpretaciones mecánicas o previsibles esquematismos.
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