La obra poética de Nelly Sachs se ha dividido, con la
finalidad de sistematizar, en tres periodos. El primero iría de 1943 a 1949, y
cuenta con títulos como En las moradas de la muerte o Eclipse estelar.
El segundo, de 1950 a 1960, siendo sus obras clave Fuga y transfiguración y
Viaje a lo ausente de polvo (también traducido como Viaje a la
transparencia). El tercero, de 1961 a 1965, con poemarios como Enigmas
incandescentes o Divídete, noche.
Escritora de origen judío alemán,
en sus textos es fundamental el tema judío: no sólo como la plasmación de una
de las más angustiosas escrituras sobre el Holocausto (buena parte de su
familia fue víctima), sino también por el uso e interpretación que hace de
elementos culturales como la Cábala o la tradición jasídica. Aparte de un tema
personal (la muerte de su amor de juventud), eso está presente en Las
moradas de la muerte. En esas moradas el anfitrión es la muerte; pero de
ellas hay salida a través del sufrimiento. Hay un símbolo místico clave: el
polvo, que es tanto fugacidad como liberación,
y así el espíritu poético se abre a lo cósmico. En los Coros, los
muertos, los superviviente, las cosas dicen sobre el Holocausto, como en el Coro
de las estrellas: “Nuestra hermana la tierra se ha vuelto la ciega / entre
las figuras luminosas del cielo. / Un grito se ha vuelto / entre los que
cantan. / Ella, la más llena de anhelo / que comenzó su obra en polvo: formar
ángeles. // .... // Derramada en la
noche yace ella / como vino en las callejuelas.” Poemario del sufrimiento al
enfrentar la muerte: tanto la colectiva como la particular.
En su etapa intermedia, quizá la
más plena, tras Fuga y transfiguración, escribe Viaje a la
transparencia. La primera es una obra en la que aparecen plenamente
desarrollados varios de los conceptos poéticos de Nelly Sachs. La
transfiguración como transformación de la materia poetizada en imágenes y
metáforas. La transformación de lo cotidiano en cósmico se hace patente. Y para
alcanzar esa transformación es preciso una fuga previa. Y la poeta cuenta,
además, con la lucidez precisa como para conocer que la experiencia para
alcanzar esa transfiguración tiene que ser por medio de la vía del dolor.
El Viaje a la transparencia
significa el paso de lo efímero, el polvo, a una realidad transcendida. El
viaje es la propia meta: ir más allá de lo perecedero, tratar de alcanzar la
limpidez: “Cráteres y mares secos / llenos de lágrimas / viajando por
estaciones estelares / hacia donde el polvo es ausente.” Hay que “desaprender
el mundo” (de nuevo el motivo de la fuga), e iniciar ese viaje, “esa tarea
exacta / cuya solución / le es entregada a los moribundos.” “Por doquier la
tierra / construye sus colonias de nostalgia. / No para aterrizar / en los
océanos de la sangre ávida / sólo para mecerse / en la luz de música de flujo y
reflujo / sólo par mecerse / en el ritmo del ileso signo / de eternidad: /
vida-muerte-” La eternidad habita en ese constante ir y venir, en un ritmo de
ausencia presencia que impone el encuentro inacabado e inacabable entre la vida
y la muerte.
El guión al final de un verso,
como en el poema anterior, o como en otros (“En vano / se queman las cartas /
en la noche de las noches / en la hoguera de las fugas ... ahí en el papel /
que muriendo canta: // fue al principio / fue / amado / fue-”), simboliza el
límite más allá del cual es imposible ir, porque lo que viene detrás es
inefable, no se puede concretar en palabras. Por eso, a la poeta sólo resta el
silencio que impone ese guión, que puede también identificarse con esa
transparencia tan anhelada.
Como anhelo es también el
dirigirse al amado ausente, representado como La silueta: “Esto es lo
que queda- / con mi mundo te fuiste tú / cometa de la muerte. / Lo que queda es
el abrazo / del vacío / un anillo girando / que perdió su dedo.” “Todo ha emigrado contigo / Toda mi posesión
está expropiada- // sólo bebes tú de mi lo más amado / las palabras del aliento
/ hasta que yo enmudezca-”. De nuevo las figuras de la ausencia (lo más
personal ha sido expropiado), de la fuga, del desamparo ante un vacío tangible,
de la muerte como una constante permanente en la obra de la poeta.
En este breve libro –quizá el
menos extenso de su autora–, sólo constituido por nueve poemas, se concentran
muchos de los motivos y, desde luego, de las formas y técnicas, de la poética
de Nelly Sachs. Es un viaje de lo empírico (“noche terrenal pintada”) hacia un
espacio más allá, que puede ser también el propio interior (“buscando los
caminos interiores de los ojos”). Constituye la preparación de un viaje que es,
a su vez, superación; incluso de la muerte: “Boca / succionando en la muerte /
y rayos estelares / con los secretos de la sangre / salen de las venas / en las
que el mundo fue a abrevar / y floreció.” Si el mundo de imágenes y símbolos en
la obra poética de Nelly Sachs del periodo anterior era rico en motivos
animales (pez, mariposa), en este segundo periodo recurre a metáforas donde se
fusiona los nombres concretos y abstractos (“huracán del adiós”, “equipaje del
amor”), para enlazar ambas esferas, para fundamentar ese viaje que trascienda
la realidad, con la intención de alcanzar una metáfora absoluta de los motivos.
© Copyright Rafael González Serrano
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