Toda la parte de los epitafios es
un conjunto de poemas que narran historias de enfrentamientos rurales, lo más
primitivo de la vida de un pueblo, bien sea por tierras, por adulterios (la
venganza y la muerte son frecuentes), pero también de relaciones de dominación
y poder, de corrupciones y arribismos, de traiciones y decadencia moral, del
ascenso del progreso (ferrocarril, fábrica, banco), pero también del dinero y
el consumo, que simbolizarían la irrupción de la modernidad en ese medio
agrario. Hay una descripción implacable del desvanecimiento del sueño
americano, que es además alentado falsamente con alegatos patrióticos. Harry
Williams arremete contra la guerra y sus miserias, desvelando cómo el hombre
engañado cae por causa de “¡una bandera!” (El propio Masters se había opuesto a
la guerra con España).
En los últimos cuarenta y tantos
epitafios aparecen varios personajes íntegros, dignos, honestos, que buscan lo
positivo de la vida (o a ella misma). Lucinda Matlock: “Hace falta vida para
amar la Vida”. O Davis Matlock: “hay que vivir como dioses / seguros de la vida
inmortal, aunque estemos en dudas”. Las imágenes son bellas, ciertas historias
ejemplares; y la existencia tiene sentido o, al menos, se busca la verdad, la
claridad de la luz. “Esa es para los ojos la señal de la clarividencia, / ¡y yo
la vi!” (Jennie M’ Grew). O, según Marie Bateson, “el quid de la cuestión es la
libertad, / es la luz, la pureza...”
Hertman Altman es otro personaje
recto. Basado en el gobernador reformista que exculpó a los militantes
anarquistas condenados injustamente (Masters, de mentalidad abierta y
progresista, en su labor de abogado –profesión que ejerció durante años hasta
dedicarse por completo a la literatura–, tuvo que defender en varias ocasiones
a obreros y anarquistas acusados de saboteadores o huelguistas). William Goode,
el vagabundo, asegura que “cuando vagaba / vagaba buscando”. Del simple Willie
Pennington, siendo sólo “la semilla de la mostaza, brotó un árbol”. Incluso El
ateo del Pueblo, tras leer los Upanisad, afirma que “la inmortalidad no es un
regalo, / la inmortalidad es algo que se gana; y sólo aquellos que se esfuercen
infatigablemente / la poseerán”. Y James
Garber “... piensa / que ni un hombre, ni una mujer, ni una labor, / ni
el deber, ni el oro, ni el poder / pueden calmar el anhelo del alma, / la
soledad del alma.”
Se ha estimado que en estos
últimos poemas hay un sentido filosófico, simbólico e, incluso, mítico. El
estudioso Hallwas considera el poema Aarón Hatfield como un texto climático: “A
nosotros, labradores y leñadores, / a nosotros, campesinos hermanos del
campesino de Galilea, / a nosotros vino el Consolador / y la consolación de las
lenguas de fuego.” Y el dedicado a Isaac Beethoven concluye exultante: “¡Y al
fin vi brillar las trompetas / en las almenas del Tiempo!” El último de los
epitafios sirve para desvelarse a sí mismo, pues tras el seudónimo de Webster
Ford está el propio Masters. Aquí, el autor, metaforiza sus poemas como hojas,
“las hojas de laurel, que jamás cesan / de florecer hasta que uno cae.”
Tras los epitafios, el libro se
cierra con dos poemas extensos. La Spooniada está atribuida al poeta local
Jonathan Swift Somers (no es la primera vez que juega con nombres históricos).
Se dice que es un poema épico en veinticuatro libros, del que el autor ni
siquiera llegó a terminar el primero. Sigue la senda de los poemas
épicos-satíricos como la Batracomiomaquia. Se inicia como una parodia de La
Iliada: “La cólera de John Cabanis y la discordia...” Satiriza la disputa entre
dos personajes de Spoon River, e ironiza sobre las vidas y actos que reflejan
la historia del lugar. Usa, con sarcasmo, el epíteto lírico (si Aquiles era “el
de los pies ligeros”, aquí son Mike, “el de sutil ingenio”, o Allen, “el de
ojos de cerdo”). Y narra la pelea entre dos lugareños como si fuera un combate
épico entre héroes clásicos.
El último poema extenso se titula
Epílogo. Es una composición al modo de pieza dramática en la que intervienen
una serie de voces. En el cementerio de Spoon River hacen acto de
presencia unas voces, y unas figuras
angélicas y diabólicas. Es un texto con un sentido alegórico sobre el juego de
la vida (se incorpora un juego de las damas). Hay figuras que son facultades o
potencias abstractas: la Voluntad, el Alma, el Bien, el Mal, la Muerte, o
reformadores religiosos: Jesús, Buda, Mahoma. En la representación que incluye
a Belcebú, Loki u Yogarindra (el mal, el engaño y la ilusión), estos proponen
construir un hombre con trozos de un cráneo y arcilla. Tras varias llamas
surgidas de la vara de Belcebú, varias voces confirman que sólo somos un sueño
terreno: “de eso estamos hechos. / Un vuelo de cometa / sobre la tierra en
fuga.” Pero al fin aparecerán la Primavera y el Sol, y las Profundidades
infinitas sentencian “Ley infinita, / Vida infinita.”
Al final, en el libro, habita un
anhelo de revelación. Existe la necesidad de acercarse y conocer la verdad, una
percepción más allá de lo visible, casi mística. Y ello a pesar de que el libro
no reniega de la realidad más concreta, que está ciertamente presente aunque
puede que metaforizada. Pero esa percepción de la realidad ha de conseguirse
mediante una transformación previa del mundo, de ahí que Masters nunca desista
de reproducir ese mundo por él forjado a imagen del histórico. Pero la Historia
puede ocultar o deformar el mundo, de ahí que Masters se crea en la obligación
de recrearlo. Es, en definitiva, una obra alegórica que intenta explicarse el
mundo a la par que llevar a cabo la búsqueda de la verdad y una lucha por la
libertad.
Algunos han visto en la obra un
paralelismo con la Divina Comedia, dado que en los primeros poemas hay una
representación del Infierno humano, mientras que los últimos serían una
representación del Cielo. Hay otra correspondencia: la que se efectúa entre el
microcosmos que constituiría el pueblo de Spoon River y el mundo exterior o
macrocosmos. Se ha dicho también que el estilo de Masters es informativo, que
el tono es neutro, que existe en sus versos poca calidez. Pero no es menos
cierto que lo directo, lo franco, lo crítico, se ponen al servicio de la
dignidad, tanto literaria como personal. Y de la búsqueda de la verdad y de
desentrañar el misterio de la vida. De ahí la enorme aceptación popular: muchas
almas se vieron identificadas: Por una vez la honestidad creativa triunfó y,
más difícil aún, lo hizo a través de la minoritaria poesía.
© Copyright Rafael González Serrano
Jenderson alzo lentamente la boca negra de cañón doble y largo
ResponderEliminarmarcando la figura conocida de su hermano vecino
cuando su carne durmiera bajo la madre que nutre los olivos
el camino al corazón de hermelinda seria de tramo corto
el hombre que es no seria el que sera tras agatillar la sentencia de plomo
ya no escucharía al sabio cuervo, ni vería vencejos gritar al viento
sus manos no podrían amar las rosas podadas y sus labios nunca reirían las elocuencias de los infantes
muerto
vivo
bagaría poseedor del anhelo ajeno
rota la ecuación celeste
alterada la corriente destinada
un segundo para ser dios de su vida
hacedor de ecosistemas humanos
ella le aceptaría
no le querría
el metal rugió metal
abrojos de muerte se cernieron sobre el paseante incauto
enamorado
ausente
el cuerpo yermo planto deseos rotos en la tierra ávida
Jenderson saboreo el triunfo un segundo
después se murió
y marcho raudo, vacío, en pos de un reflejo en el rostro de ella.
Ese escritor tiene una pinta fantástica, parece un libro increíble.
Si puedo lo leo.
Un abrazo Rafael González Serrano.
Atentamente Johnson Ulises.
Efectivamente, Edgar Lee Masters es un gran autor, y su Antología de Spoon River una magnífica obra: no te la pierdas.
EliminarMuchas gracias; un afectuoso saludo.
Otro artículo muy interesante, gracias, Rafael. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, de nuevo, Alfredo. Sigo también tu blog: felicitaciones y ánimos. Otro abrazo.
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