Raymond Queneau (El Havre, 1903),
publica El instante fatal en 1948.
Antes había dado a la luz poemarios como Roble
y perro (1937), Los Ziaux (1943);
y luego vendrán, entre otros, Pequeña
cosmogonía portátil (1950), Si te
imaginas (1952, donde reúne sus primeros libros, y con el título de sus más
famoso poema), Cien mil millones de
poemas (1961), El perro con la
mandolina (1965), Batir la campaña
(1968), Moral básica (1975) … Más
conocido como prosista, con títulos como Zazie
en el metro (1959) o Las flores
azules (1965), fue cofundador del Oulipo (Taller de literatura potencial).
Murió en Paris en 1976.
En este libro se recogen poemas
escritos entre 1920 y 1948, por tanto, de diversa naturaleza y características:
la inspiración surrealista, el juego verbal, la ironía, la angustia por el paso
del tiempo y la inevitable decadencia. Consta de noventa poemas divididos en
cuatro secciones: Marina, Un niño ha dicho, Para un arte poético y El
instante fatal.
La primera sección se inicia con
el poema que le da título, Marina,
con tonos abiertamente surrealistas: “los peces tienen bonitas cabezas / que hay
que desplazarlos con frecuencia / a causa de los destrozos que hacen en el
corazón de las medusas”; o “Los tiburones no se aburren / con la funda de un
colchón / fabrican hermosas sábanas / para los ahogados astutos”. En ocasiones
acude a la enumeración torrencial de versos con asociaciones inverosímiles:
“ciclámenes del amor en ropa de incidencia /… / sistros de los bailes a las
lunas nefréticas” (Catálogo análogo).
El juego verbal se plasma en la contracción de palabras –“mencuentro”,
“desdhace”–, en la aproximación al habla coloquial –“delomás”, “quetenga”,
“sesuicidó”–, incluso se extiende a las matemáticas –de las que era un apasionado–,
“Cuando Uno hizo el amor con Cero” (Cisnes).
El humor es otro de los elementos
empleados con profusión en sus composiciones; no es sino una historia de humor
surreal El archipiélago donde se
describe la relación entre un archipiélago y un volcán. Y en algún otro poema
las asociaciones poéticas tienen un claro sesgo onírico; “Los carceleros rugen
de gozo cuando lamen las esposas / más frías que la campana de una iglesia”, y
que, con indisimulada evidencia, concluye con un “PROHIBIDO
NO SOÑAR” (La torre de marfil).
En la segunda parte hay diversas composiciones
a modo de canción. “Un niño ha dicho / yo sé unos poemas / un niño ha dicho /
iosé unas poyeseías / … / si el poeta pudiera echar a volar / los niños
querrían / partir con él” (Un niño ha
dicho). Utiliza también el soneto –Pinos, pinos y abetos–, el juego de
palabras, “kualkierkosa” (En el espacio),
la repetición anafórica: “al casi casi de los cisnes / cantan los cañizales /
al casi casi de un pino / tañen dos campaniles” (Los casi casi).
El tercer apartado –Para un arte poética– contiene, en
consonancia con el título, una especie de poética no exenta, desde luego, de un
tono humorístico. Va desarrollándola a lo largo de los poemas –es esta ocasión
numerados–, ya desde el inicial: “Un poema es muy poca cosa / apenas algo más
que un ciclón en las Antillas / que un tifón en el mar de China / que un
temblor de tierra en Formosa…”, en donde la ironía no deja de ser paradójica; o
viceversa. En otro poema concibe la poesía como un acto pasional, involuntario:
“las palabras basta con amarlas / para escribir un poema / nunca se sabe lo que
se dice / cuando nace la poesía”. Aunque la angustia del poeta también está
presente en el proceso de la escritura: “heme aquí frente a la nada / a nada en
absoluto”. Incluso el escepticismo puede concitar la burla agresiva hacia un
abstracto receptor: “a / la / posteridad / le digo mierda y más que mierda / y
requetemierda /… / a la posteridad / que espera su poema”.
La cuarta sección, El instante fatal, es la más extensa y
la más importante tanto formalmente como por el contenido. El poeta construye
toda una visión de la vida desde la muerte, o su proximidad en la senectud.
Unido a ello aparece también el tema del carpe diem. En El instante fatal, el
poema más estremecedor, articula una serie de versos en los que en una especie
de letanía al primero de cada serie de dos le responde un segundo en el que la
presencia de los muertos es incesante, obsesiva, ubicua: “Cuando entramos por
la boca y de través / en el imperio de los muertos // con nuestras verrugas nuestros piojos y
nuestros cánceres / como tienen todos los muertos // … // cuando el cuerpo esté
molido por la fatiga medular / que revienta a los muertos // y el cerebro
apolillado por tanto estilo gruyère / atributo de los muertos…” Y el poeta no
olvida que “siempre el instante fatal llega para distraernos”, incluso de esa
presencia insistente de los otros muertos para ofrecernos ineluctable la
propia.
El paso ineludible del tiempo se
muestra en el poema Envejecer (“Mi
juventud ha acabado / mi juventud se ha ido”), y especialmente en su poema más
famoso –que dio lugar a una canción de enorme éxito popular–, Si tú te imaginas: “Si tú te imaginas /
si tú te imaginas / chiquilla chiquilla… / que va a durar siempre / la estación
de los a… / la estación de los amores / cuánto te equivocas / chiquilla
chiquilla / cuanto te equivocas”.
Los títulos de los poemas de esta
sección son los suficientemente elocuentes, Lamentación,
Los muros (“el suelo de la tristeza /
está tejido de sufrimiento”), Los desgraciados,
Mi pequeña vida (“que espantosos son
/ esos dos huecos en lugar de ojos / que los muertos tienen”). En otras
composiciones la nostalgia y el recuerdo son amargos pues el poeta afirma que
“estoy tan muerto ya que no puedo ni llorar de risa” (Le Havre de Gracia); o en Si
la vida se va: “Si la vida se va / no hay vuelta de hoja / si la vida se va
a toda marcha / más vale pensar si vale la pena / que el sol salga”.
El drama de la existencia se
muestra en esa retahíla de desgracias acaecidas al hombre a lo largo de la
historia: “Tanto sudor humano / tanta sangre gangrenada / tantas manos agotadas
/ tantas cadenas /… / tantas guerras y tantas paces…” (Tanto sudor humano). En ocasiones impreca a los demás por la
rendición asumida: “porque decís sí a los miserables // porque mojáis el pan en
nuestra sopa // porque os bebéis el alcohol de nuestro vino” (A los otros). Ante el destino final,
vislumbrando esos cementerios que aún estando lejos no lo están demasiado,
todavía puede esbozar un gesto de impotente rebeldía: “Cuando vituperados los
diez mil seres de la tierra / cuando malditas las cien mil miserias / cuando
detestados todos los males / haya que ir
al cementerio / meemos en un jarro” (Regreso
a la tierra).
El Instante fatal es un libro donde Queneau da rienda suelta a su
libertad de expresión poética, forjando así una prosodia que rompe con las
estructuras convencionales al introducir el lenguaje coloquial, las bromas, el
humor, el tono familiar, los juegos. El poeta trata a las palabras como seres
vivos que, espera, “se conviertan en trabajadores” para así forjar un lenguaje
creativo. La poesía de Queneau contiene varios niveles de lectura. Un primero
sería aquel en el que el juego, el divertimento, la experimentación formal
gratifican una lectura menos atenta. Mas luego, en una lectura más profunda, aparece
la temática que da sentido al texto, desde el goce de la existencia al
ineludible trascurrir del tiempo y el ineluctable destino. En esa escritura
están contenidos los elementos simbólicos de su poética, en donde el humor –tan
frecuente– no deja de ser un mecanismo protector frente a la angustia de la
muerte. En la creatividad lírica de Queneau se encuentran íntimamente
imbricados lo trágico y lo burlesco sin que entre ambos se genere una relación
que por incompatible haga inviable su convivencia.
Nota final (ineludible). Como ya
ha ocurrido en otras ocasiones con libros de esta colección, la editorial no ha
tenido a bien no ya ofrecer un estudio preliminar o unas notas explicativas –ya
que no se trata de una edición crítica–, sino ni tan siquiera un breve prólogo
o introducción. No parece que esa sea la mejor forma de presentar un libro.
© Copyright Rafael González Serrano
© Copyright Rafael González Serrano
Gracias por enviarme la entrada. Buen fin de semana!!!
ResponderEliminarGracias, Rafael, por la valiosa información!!
Eliminar( no conocía nada de Raymond Quenau))
Espero que te haya servido la información. Ya conoces algo de él. Un saludo.
EliminarGracias a ti por la respuesta; que disfrutes con la lectura de la entrada. También buen fin de semana.
EliminarSe me había pasado responderte, disculpa. Me alegro de que te haya servido para tener noticia de Raymond Queneau.
EliminarGracias Rafael... No conocía a Raymond Queneau... y me ha llamado la atención... un abrazo.
ResponderEliminarSí, es un autor bastante interesante. Espero que sigas con tu actividad creativa. Otro abrazo para ti.
EliminarGracias Rafael por invitarme a leer el post.
ResponderEliminarFeliz finde!!!
MA.
El blog de MA.
Gracias a ti por leerme. Aunque te leo pasado el finde, que tengas buena semana. Y ánimo con tu blog.
EliminarMUY INTERESANTE TU PUBLICACIÒN..ENHORABUENA
ResponderEliminarUN SALUDO
Me alegra de que te lo haya parecido; trato de aportar algo en mis entradas. Saludos para ti.
EliminarOtro buen poeta, Rafael. Otro descubrimiento.
ResponderEliminarUn abrazo. Ada
Sí, Ada, aparte de buen prosista es un estupendo poeta. Me alegro de que lo hayas descubierto. Abrazos también para ti.
EliminarSí, Ada, aparte de buen prosista es un estupendo poeta. Me alegro de que lo hayas descubierto. Abrazos también para ti.
EliminarMuy bueno tu comentario. A qué editorial t refieres??.Porque podríamos decirle algo....
ResponderEliminarGracias por tu amable opinión. En cuanto a la editorial... está indicada en la imagen de libro del mes. Esa cubierta negra es bastante elocuente, ¿no?
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