En el canto LXXVII vuelve otra
vez sobre su cautiverio, efectúa comentarios sobre acontecimientos de la
guerra: el asesinato de oficiales polacos en Katyn, las explosiones atómicas en
Japón (“siete palabras por cada bomba”; “lo demás es explosivo”). Con el caos
del mundo contrastan las enseñanzas de armonía y paz de Confucio; por ello el
canto está plagado de ideogramas del pensador chino: el centro , lo que
precede, lo que sigue, la aurora, el espíritu, la explicación... y,
fundamentalmente, el tao: la verdad, el camino. Hay referencias, en este caso,
a Eliot, también gran amigo suyo; citas del poeta persa Ferdusi; invectivas, de
nuevo, contra la usura: “interés sobre todo lo que crea de la nada / tiene el
banco sodomita; / iniquidad pura”. Pero el tono de serenidad de espíritu se
manifiesta en la confianza de que “nada cuenta excepto la calidad del cariño”.
El canto LXXVIII insiste en los
banqueros usureros y en los políticos corruptos que les hacen el juego: “y
mierda para los monopolistas / toda la cáfila bastarda”; “por las infamias de
la usura”. Hay referencias a autores clásicos, como el propio Lope de Vega (de
quien era estudioso), o contemporáneos, en esta ocasión William Carlos
Williams; también a ciudades italianas a personajes históricos, pero quien
ocupa en este canto un lugar central es Casandra: “Casandra tus ojos son como
los de los tigres / la luz no los traspasa”, en quien simboliza la palabra
sabia no oída (sus profecías no eran creídas). Concluye, identificado con
Confucio, en que “no hay guerras justas”.
En el canto LXXIX realiza
paráfrasis de autores o menciona la reapertura del festival de Salzburgo (en
homenaje a Mozart). En esta ocasión es Yeats la referencia principal (de quien
había sido Pound secretario, y quien le brindó su apoyo y amistad). Vuelve a
recoger el sentido de las Analectas:
“el molde ha de contener lo que en él se vierte”; “lo que importa es hacerlo
inteligible”. Las notas de su paso por el Centro Penitenciario se recogen es
ese estribillo repetido “estacione su jeep allí”. Los citados “hierbabuena,
tomillo y albahaca” son símbolos dantescos de Paraíso. Pero el elemento clave
de este canto es el lince, ese animal sagrado de Dioniso; y, enlazando con
éste, hay una glorificación de las uvas, el vino, se alude a los misterios
eleusinos, y se exalta el amor.
“Oh lince, mi amor, mi bello
lince. / Vigila la olla de mi vino, / guarda bien mi alambique montañés / hasta
que el dios entre bien en este whiskey”; “Oh lince, guarda este huerto, /
guárdalo del surco de Ceres”; “Oh lince, guarda mi vid / mientras la uva se
hincha bajo la hoja de vid”. Todas estas advocaciones –y otras– enlazan con la
alusión al naturalista William Henry Hudson, defensor de la vida salvaje.
El canto LXXX es el segundo más
extenso. Se inicia recogiendo la queja de un preso (“no he cometido ningún
crimen federal / sólo una ligera falta”). Hace referencias a sus estancias en
Londres, Paris, a sus viajes por España (“de mis soledades vengan”,
parafraseando a Lope), a su familia, a presos y guardianes. Recoge las palabras
de Santayana sobre jóvenes poetas muertos: “Sencillamente murieron. Murieron
porque / simplemente no pudieron soportarlo”. Reflexiona sobre el mal tomando
la cita del Julio Cesar de
Shakespeare: “El mal que hacen los hombres les sobrevive”. De nuevo Yeats –cariñosamente llamado el “tío William”– está
presente: “el viejo William tenía razón al sostener / que el desmoronamiento de
una buena casa / a nadie aprovecha” (clara crítica de la especulación
inmobiliaria). Parece que recoge una censura de e. e. cummings a Wallace
Stevens. O, una vez más, “Tan dificilísima, Yeats, la belleza es tan difícil”,
palabras del pintor Beardsley a Yeats. Al final hay un recuerdo entrañable del
Londres vivido por Pound antes de la Primera Guerra Mundial (“y sabe Dios qué
más queda de nuestro Londres”); aunque, ahora que Wiston Churchill había sido
derrotado –sentía animadversión hacia él, y se alegró de que le vencieran los
laboristas–, anhele: “Oh, quien estuviera en Inglaterra ahora que Wiston está
fuera”.
En el canto LXXXI vuelven a
aparecer referencias mitológicas, recuerdos de infancia y de amigos. Según
estudiosos de la obra de Pound, hay un elemento clave en este canto: la sección
que se inicia con la palabra “libreto”. Cree que la condición de la poesía es
esencialmente musical. Esto le sirve para postular que los dos polos de la
existencia son la miseria –aceptando así su estado presente– y la belleza, y
que el hombre debe moverse entre ambos intentando alcanzar su dignidad: “¿Has
creado ánimo tan aéreo / para atraer la hoja de su raíz? / ¿Has encontrado una
nube tan ligera / que no parezca ni niebla ni sombra?” Lo esencial es la
capacidad de amar: “Lo que bien amas perdura, / lo demás es escoria. / De lo
que bien amas no te privarán. / Lo que bien amas es tu herencia verdadera”.
Pero debe aceptarse lo que uno es con humildad, con el dominio de uno mismo:
“Humilla tu vanidad, no fue el hombre / el que hizo el valor, o el orden, o la
gracia”; “Domínate a ti mismo y entonces otros te acatarán”.
Plasma Pound en el canto LXXXII
un lamento al estilo del clásico ubi sunt, mas también hay una manifestación de
la unión del poeta con la Tierra y los dioses (se le ha considerado el canto
del “matrimonio con la Tierra”): “Oh Gea Terra, ¿qué atrae como tú atraes /
hasta que uno se hunde en ti a brazadas / abrazándote?”; “La sabiduría yace a
tu lado / simplemente, más allá de la metáfora”. También reconoce las
limitaciones del ser humano debido a su naturaleza perecedera, por lo que se
une además a las almas de los muertos: “la soledad de la muerte me alcanzó / (a
las 3 p.m. por un instante)”. A pesar de todo, el hombre debe continuar ese
“periplo”, entendido como el viaje del espíritu: “tres medias notas solemnes /
... / sobre el alambre del / periplo”.
Propone en el canto LXXXIII la
búsqueda de una paz que se enuncia en la reiterada enumeración de los términos
agua y paz (“Hudor et Pax”). Insiste en sus experiencias del presente: “Ningún
hombre que haya pasado un mes en las celdas de la muerte / cree en las jaulas
para fieras”. La observación de lo minúsculo se convierte en esperanza para la
vida: “Cuando la mente se mece colgando de una brizna de hierba / y la pata
delantera de una hormiga ha de salvarnos / la hoja del trébol huele y sabe como
su flor”. Fatigado, cansado, por su dolorosa experiencia, pide al mundo: “Oh,
dejad que descanse un viejo”.
En el canto LXXXIV, el último de
esta serie, reflexiona sobre su actual sufrimiento. Plantea que debe ser
paciente porque al final de la noche oscura (también conocía a San Juan de la
Cruz), llegará el amanecer con su brillante luz: “Si la blanca helada aprieta
vuestra tienda / daréis gracias cuando la noche ha terminado”. Es una
consecuencia de la firme voluntad de continuar con su “periplo”, para así
alcanzar, basado en la esperanza, la salvación.
Los Cantos Pisanos constituyen una parte no menor de la obra magna The Cantos. Su complejidad, su riqueza
(que va desde lo esencial hasta la multiplicidad de anécdotas, desde el
encuentro con autores fundamentales hasta la cita de nombres menores hoy
olvidados, desde la riqueza cultural hasta las ideas personales discutibles,
desde la desmesura en las referencias al hondo sentimiento vital), hacen que
estas entradas no sean sino una aproximación mínima a su contenido.
Para
concluir, un comentario y una anécdota. Las ediciones en español de Los Cantos de Pound suelen ser
antologías, algunas más que discutibles; como aquella de una prestigiosa
editorial de poesía que llama Cantos
Pisanos a la globalidad de Los Cantos
(lo mismo le da el canto XXXII que el LXXXIV o el CXIII). He seguido la edición
de Javier Coy, que ha llevado a cabo un trabajo titánico de investigación
parangonable al de la propia obra. Sus textos y la profusión de notas
explicativas han servido para intentar obtener el sentido de tan difícil y
desbordante obra poética. La anécdota: hará más de veinte años descubrí, con
enorme sorpresa, que en la bella población de Medinaceli había un monumento y
una placa dedicados a Ezra Pound. En la placa hay una respuesta a su pregunta
cuando visitó el pueblo: “Aún cantan los gallos al amanecer en Medinaceli”.
Insólito homenaje, en este país, a un poeta que, aunque universal, es
extranjero.
© Copyright Rafael González Serrano
Me podría ayudar con el nombre del discípulo que en los cantos de oriente sigue al sabio poeta Li-po?
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