La poesía de Thomas es vitalista
y pasional, con ciertos tintes surrealistas, a diferencia de la de su época de
carácter más social. Tiene un agudo sentido de lo sagrado y lo numinoso, más
fruto de su íntimo contacto con la naturaleza que derivado de unas determinadas
convicciones religiosas, aunque tuviese un profundo conocimiento de la Biblia
(de hecho utiliza recursos como repeticiones, letanías o fórmulas sacras en la
construcción de algunos de sus poemas).
Un tema recurrente de sus versos
es los recuerdos de infancia, por lo general asociados al contacto con la
naturaleza. Eso ocurre en Poema en
octubre: “Era mi trigésimo año hacia el paraíso /… / yo vi en el cambio
claramente las olvidadas / mañanas de un chico que caminaba con su madre /
atravesando las parábolas / de la luz del sol”; o en Colina del helecho –“cuando yo era joven y alegre, bajo los
manzanos /…/ vivía libre y sin preocupación…”–, que es un canto a un tiempo y
un espacio en armonía con la naturaleza y con otros seres humanos.
En Colina del helecho –uno de sus poemas más célebres– hay también un
sentido de lo sacro, una comunión entre la voz poética y el medio natural. Es
una oda de contenido casi místico a la inocencia y la infancia. No por ello
deja de haber un sentimiento del inexorable paso del tiempo: “el tiempo me
mantuvo verde y moribundo, / pero cantaba encadenado, como el mar.” También el
paso del tiempo está recogido en Aniversario
de boda: “Demasiado tarde en lluvia equivocada / a quien dividió su amor,
se juntan; / las ventanas llueven en sus corazones / y las puertas arden en sus
pensamientos.”
El yo está también muy presente
en sus poemas, al dejarse llevar por su fuerza vital e, incluso, por una
visceralidad que impregna su poesía. En Rechazo
a lamentar la muerte, por fuego, de una niña en Londres, afirma rotundo:
“Yo no asesinaré / la humanidad, de su ida a una verdad de tumba / ni
blasfemaré las estaciones de la respiración / con una última / elegía de
inocencia y juventud.” En este poema hay un sentido ambivalente porque, aunque
la niña al morir, “entra en la sinagoga de maíz”, que puede tomarse como una
promesa de vida eterna, concluye con un “tras la muerte inicial, ya no hay
otra”, como si por el hecho de nacer ya se estuviera muerto para siempre.
La juventud, la plenitud y el
amor –en ocasiones con referencias
explicitas al cuerpo y el sexo– son otros de sus temas; e, inevitablemente su
opuesta: la muerte. Así en La boda de una
virgen escribe: “el sol de ese día brincó desde el cielo de los muslos de
ella /…/ aunque el momento de un milagro es relámpago sin fin”; y en Hubo un salvador habla de “el áspero
amor que rompe toda roca”. Y la muerte hace su presencia, a parte de en el
poema que da título al libro, en otros como Infortunio
de una muerte: “Veo al tigre en lágrimas / en la andrógina tiniebla / su
tribu en trizas y la humana luna camino del holocausto.”
El poema Muertes y entradas está constituido por tres estrofas que se
inician anafóricamente: “En la casi incendiaria víspera…”, para, en los
siguientes versos, exponer experiencias individuales y colectivas, y concluir
con una reflexión. En la primera estrofa evoca la experiencia de la guerra, el
dolor y el luto de la gente ante la pérdida de seres queridos: “inusual
angustia en muchos casados de Londres.” La segunda establece un paralelismo
entre los muertos propios y los del enemigo –“uno que es del todo desconocido”–
ya que “él bañará su sangre de lluvia en el mar varonil / que caminó por tus
propios muertos.” La guerra proporciona una ceguera que hace que unos no vean
la humanidad de los otros. En la última hay una sensación apocalíptica. La
“entrada” de un peligro mortal para el individuo –“extraños heridos…han buscado
su sepulcro” –, la oscuridad se hará presente –“lanzarán los rayos / que anulen
el sol” –, y, al final, “como el último Sansón de tu zodiaco”, se morirá con el
enemigo a fin de matarlo también.
Debido a un simbolismo
misterioso, a imágenes oscuras y a un surrealismo casi onírico, el asunto de
algunos poemas es difícil de concretar, no se puede tener una idea clara de lo
que el poeta quiere decir. Así ocurre en el poema Amor en el asilo: “Ha venido una extraña / a compartir mi espacio
en la casa, /…/ corriendo el pestillo de la noche con su brazo de pluma.” O en Ceremonia tras un bombardeo donde
escribe: “las masas del mar bajo / las masas del mar portadora de niños /…/
entra a parar para siempre / gloria gloria gloria / el partido reino último del
trueno del génesis”; poema en el que también juega con las formas: “yomismos”,
“perdonad / nos perdonad / dad / nos vuestra muerte.”
Se ha dicho que a Thomas le interesaba
casi más la forma que el contenido; sin ser completamente cierto tampoco es muy
inexacto. Hizo un amplio uso de la asonancia, la aliteración, las rimas
internas, utilizando como principal unidad métrica el pentámetro, aunque
adaptándolo a su sentido personal del ritmo. La base de sus poemas es una
historia que se articula mediante una serie de imágenes visuales muy creativas
e inusuales, a la par que misteriosas a veces (“casa a prueba de cielo con
nubes entrantes”, “las mulas portan sus minotauros”, “cien cigüeñas se
columpian en la mano derecha del sol”). En este libro, además, hay una sección
al modo de caligramas, en dos partes, una con poemas en rombo y otra en forma
de diábolo (Visión y oración). También
se le ha tenido por excesivo y prolijo, fruto de una necesidad intrínseca
nacida de su fuerza vital. Y a la búsqueda de una cierta pureza, de un paraíso
perdido, al combate de Eros y Tánatos, a la manifestación del dolor humano, a
la sacralización de la naturaleza, añade el conocimiento de que lo único que
sobrevive a la muerte es la palabra.
© Copyright Rafael González Serrano
No había leído mucho de Dylan Thomas, prácticamente muy poco, pero este acercamiento que haces a su obra, y en concreto a este libro (Muertes y entradas) me permite conocer un poco mejor al poeta/hombre y las singularidades de su poesía, que por otra parte me invita a profundizar en ella... Lo haré. Gracias Rafael.
ResponderEliminarMe alegra, José Manuel, que puedas acercarte gracias a este comentario mio a un gran poeta. Gracias a ti por tu fidelidad en la lectura de mis entradas. Un abrazo.
EliminarGracias por dejarme acercar y disfrutar de tan valiosa lectura ...de todas formas volvere de nuevo sin prisas como hoy estando en clase...gracias y veo que soy seguidora de este blog que no recordaba.
ResponderEliminarsaludos
Marina
Saludos a ti, Marina; vuelve cuando quieras, y estupendo que hayas recordado mi blog.
EliminarTraes a la mesa camilla, a la intimidad, retazos del alma de Dylan Thomas, ramos fragantes de su poesía. Gracias. Un abrazo.
ResponderEliminarOtro cordial abrazo para ti, por ser tan costante en el seguimiento de mis entradas y por tus cálidas palabras.
EliminarHe leído poco de Dylan Thomas, la verdad que me cuesta entrarle, me gusta la poesía más directa, es muy cierto que la palabra sobrevivirá siempre a la muerte, la bendita palabra...
ResponderEliminarSaludos cordiales, Rafael
Ciertamente Dylan Thomas no es una fácil lectura pero, una vez hecho el esfuerzo, merece la pena. Afectuosos saludos para ti, María.
EliminarDaylan Thomas, ay! bien puede ser imprescindible en nuestros atriles...
ResponderEliminarmuchas gracias por acercárnoslo
saludos
Creo, como tú, que es un poeta no sé si imprescindible pero sí bastante necesario. Muchas gracias a ti, Pilar.
Eliminarla naturaleza, el amor y la muerte, tres de los pilares básicos de la poesía. estupendo artículo, me hago seguidor, y dejo la URL de mi blog. una crítica tuya a mis poemas sería valiosa. es http://alejandrovargassanchez.blogspot.com). saludos.
ResponderEliminarMe alegra de que te parezca un artículo esclarecedor. También me he hecho seguidor del tuyo. Saludos
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