Puella mea es un extenso poema de doscientos noventa versos que
apareció por primera vez en la revista The Dial, en 1921. Posteriormente Edward
Estlin Cummings la incluyó en su libro Tulipanes
y chimeneas de 1923. Tiempo después, en 1949, aparecerá una nueva
publicación del poema en un libro de cuidadísima edición, e ilustración, pues
incluía dibujos de Klee, Modigliani y Picasso.
El poema estaba dedicado a su
primera mujer Elaine Orr Thayer de quien tuvo su única hija, Nancy. Es,
evidentemente, un poema amoroso que, si bien es bastante conocido en el ámbito
anglosajón –para algunos, uno de los mejores poemas amorosos de la literatura
universal–, ha sido menos difundido en otras lenguas (en francés o ruso). Sin
embargo, en español, en diversas antologías actuales de Cummings, no aparece ni
siquiera incluido.
A menudo la poesía de Cummings
trata el amor y la naturaleza, compartiendo así afinidades con la corriente
romántica, ya que posee una visión exaltada de la vida y del amor. Por tanto,
su temática, en buena parte, es tradicional, aunque su imaginación e intuición
poética rompen con la rutina de esos motivos tradicionales. También su forma
expresiva. Puella mea es una buena
muestra de ello.
El poema se estructura en varias
partes, estrofas, que van siendo respondidas en contrapunto por unos motivos,
sean preludios o codas, repetidos: “Omar Harún y el Maestro Hafez / mantienen
sus bellas damas muertas”; o “”hermosa como las señoras / la mía es un poco más
hermosa”. En las estrofas va desarrollando varios temas, si convencionales,
tratados con novedades formales. La perfección de la amada se manifiesta en su
movimiento: “mi frágil señora deambula errante / y en su perecedero equilibrio
/ está el misterio de la naturaleza”; siendo cabal imagen de ese movimiento sus
“pies de abril como súbitas flores / y todo su cuerpo lleno de mayo”. La
comparación con el baile de Salomé es también ilustradora de esa ligereza y
agilidad.
Utiliza referencias literarias
para resaltar el esplendor y virtudes de la amada. Así su garganta es más bella
que la que besara Tristán, o su sonrisa es “una flor de pura sorpresa /... /
como temblores usados para producir rocío”. Acude a las historias de Lanzarote
y Ginebra o de Diarmuid y Grania (leyenda pareja a la de Tristán e Iseo, pero en
la que Grania no muere de amor), para referirse a una época en que el mundo era
joven y nuevo, y se hacía primavera. Esa belleza consigue efectos similares a
los que “en la sangre fuerte y sedienta / de Paris lo hizo, no todas las
Troyas, / sino la belleza de Helena”.
La voz es, sin duda, otro de sus
excelsos atributos. Con su habla, hechiza su pensamiento: “es para golpear mi
ser con / bosques narcóticos, juguetones, / con mística fugaz, aroam y / con
las agudas criaturas del idioma”. Pues su voz “que siempre mora / al lado de la
intensa magia / de los estanques impetuosos y absolutos / del sueño”; “el
helecho de voz, que siente / los actuales pasos de agudo éxtasis /... / de
todas las cosas vivas y hermosas”.
Otras partes del cuerpo tienen su
ensalzamiento. La boca (“todos los días en su boca hay citas / curvando una
sonrisa frágil / que al igual que una flor yace”), o sus brazos (“sus delgados
brazos lascivos arden / en las hábiles muñecas que insinúan el vuelo”). El
propio cuerpo está presente: “Si desnuda se me aparece / mi carne es un árbol
encantado, / con la más leve separación de los labios / mi cuerpo escucha el
grito de la primavera”. “En su carne al amanecer / están los olores de Nínive,
/ en sus ojos cuando el día se ha ido / están los gritos de Babilonia”. Las
referencias literarias continúan: Chaucer, Gower (con su Confessio Amantis) o
Malory.
Pero no puede dejar de hacer
alusión al tiempo “devorador de toda belleza”, “en cuyos labios voraces el
mundo / colocas un momento”. Es un contrapunto, hacia el final del poema, donde
también hace acto de presencia la nostalgia: “cuando el mundo era como un
cuento / hecho de la risa y el rocío, / un vuelo, una flor, una llama”.
Rememora a esas “señoras delgadas hechas de sueños”, “las damas con los ojos nítidos
y frágiles, / en la ciudad de Bagdad”.
Si la temática de su poesía era
clásica, la novedad de Cummings estriba en la forma. Técnicamente solía alterar
el tradicional orden de la oración. Así
mismo modificaba el significado de algunos términos usándolos a su antojo,
creaba palabras compuestas, manipulaba los signos ortográficos o empleaba las
mayúscula o minúscula al inicio de frase arbitrariamente. Por ello se le ha
considerado un poeta de difícil lectura.
La poesía de Cummings es culta,
está plagada de citas y referencias literarias, fruto de una excelente
formación en Harvard y de su voracidad lectora desde muy temprano (influido en
un principio por Gertrude Stein y Ezra Pound). Los símbolos empleados son
múltiples: la condición solar de Iseo y lunar de Tristán (según la mitología
céltica), Semíramis como figura erótica, las facultades mágicas de Medea, la
pasión amorosa de Paris o de parejas como Diarmuid y Grania, la tenacidad de
Jasón. Sus personajes históricos recurrentes son Harún al-Rachid: “El califa y
rey tenía sus damas / para amarlas y hacerlas felices / cuando el mundo era
joven y loco, / en la ciudad de Bagdad”, o el citado repetidamente Maestro
Hafez, el poeta y místico persa del siglo XIV que cantó los placeres del amor y
el vino.
El amor es la fuerza impulsora
del poema, que asocia con la naturaleza y sus estaciones, con la vida, con la
plenitud existencial, mas también con el tiempo y la muerte. En esta obra hay
marcados claramente un tú al que van dirigidos los emocionados versos y un yo
que es la voz del poeta exultante de dicha ante la amada. El mundo no es sino
una analogía de la pareja, sus cambios reflejan las uniones y separaciones de
la misma. Hay en su poema una celebración del amor sensual al modo de
experiencia religiosa, expresando con lirismo y sensualidad su fascinante
caudal poético.
© Copyright Rafael González Serrano
No hay comentarios:
Publicar un comentario