lunes, 29 de junio de 2015

Wislawa Szymborska: Fin y principio

Fin y principio es un libro publicado en 1993, en plena madurez compositiva. Títulos posteriores significativos son Instante (2002), Dos puntos (2005) o Aquí (2009); con anterioridad había publicado libros como Llamada al Yeti (1957), Sal (1962), Que alegría más grande (1967), Si acaso (1972) o El gran número (1976). Wislawa Szymborska había nacido en 1923 en Kórnik, y falleció en Cracovia en 2012. En 1996 fue galardonada con el premio Nobel.
El libro se inicia con una confrontación. En Cielo declara que “mis señas personales / son el entusiasmo y la desesperación.” Y ese cielo que es “ventana sin alféizar, sin marco, sin cristales. / Un hueco, nada más que un hueco, / pero abierto de par en par”, no encuentra una división precisa con la tierra, no refleja él solo la totalidad: “La división entre cielo y tierra / no es la forma adecuada / de pensar en ese todo.” En esa dualidad cielo/ tierra se pueden encontrar los lados oscuros y claros de este mundo.
Explora en varios poemas el sentido de la realidad. Aunque describa sueños, no se sumerge en ellos; permanece alerta en un mundo incomprensible ante la amenazante realidad. “Para los sueños hay llaves. / La realidad se abre sola / no se deja cerrar.” “No deliran los sueños, / delira la realidad, / aunque sea por la insistencia / con que se aferra / al curso de los acontecimientos.” Y es que “la realidad nos acompaña en cada huida” (La realidad). Y su condición de implacable se refleja en los elocuentes versos del poema La realidad exige: “Donde estaba Hiroshima / de nuevo está Hiroshima / y se siguen produciendo / objetos de uso cotidiano.”
También la cotidianidad está presente en su poesía, puesto que el individuo en su poesía no es una abstracción inventada, sino un ser que vive en la naturaleza, en la historia y, básicamente, en los detalles de la vida cotidiana. Así en Puede ser sin título su experiencia del momento “es un acontecimiento banal / y que no pasará a la historia.” Aunque se observe con precisión: “Y sin embargo estoy junto al río, es un hecho”; puesto que afirma concluyente: “Hasta el momento más efímero tiene su pasado.”
El poema que da título al libro, Fin y principio, hace pensar que ambos términos están estrechamente relacionados: siempre que termina algo, algo comienza. En el poema analiza la guerra y lo que está deja tras de sí. A pesar de que la guerra haya finalizado, la gente debe actuar para eliminar el desastre y los daños que ella propició. Aunque la guerra haya arruinado todo y de que a su término la gente está llena de desesperación y tristeza, la llegada de la paz hace que nazca un halo de esperanza para quienes acaban de soportar tan aterradora experiencia.
Tras las primeras impresiones donde la oscuridad predomina, deben revelarse la luz y los colores, resplandecer los nuevos pensamientos, adornados con los destellos de ironía que nunca suelen abandonar a los versos de Szymborska. “Después de cada guerra / alguien tiene limpiar. / No se van a ordenar solas las cosas, / digo yo.” Hay un sentido de obligatoriedad en ese repetido, “alguien tiene que”: “limpiar”, “empujar”, “meterse entre el barro”, “escuchar”… Elemento anafórico cuya intención es establecer la necesidad de una reconstrucción tras la catástrofe. Mas quién, o quiénes, serían los responsables de acometer tan ingente tarea.
Y reflexiona que uno de los resultados de la guerra es que la gente empieza a olvidarse del daño que ha sufrido una vez que se ha hecho la necesaria limpieza. “Pero empezará a haber algunos / a quienes les aburra.” “Aquellos que sabían / de qué iba la cosa / tendrán que dejar su lugar / a los que saben poco. / Y menos que poco.” Se hace presente en el poema el tema del olvido. La poetisa no está de acuerdo con esa desmemoria; por eso en su poema insiste en el recuerdo con contundencia, siendo todo un testimonio contra aquella. Y su rebeldía contra el olvido concluye con un tono esperanzado: “En la hierba que cubra / causas y consecuencias, / seguro que habrá alguien tumbado / con una espiga entre los dientes, / mirando la nubes.”
Sentimientos como el amor y el odio están presentes en varios poemas. Precisamente uno de los poemas de este libro se titula Odio. En él, hace un agudo y certero análisis sobre tan implacable pasión, a la que adjudica, no sin cierta amarga ironía, un poder determinante: “Él mismo [el odio] crea razones, / que lo despiertan a la vida”; “Cuántas páginas de la historia ha numerado”; “Es maestro del contraste / entre el estrépito y el silencio, / entre la roja sangre y la blanca nieve”; “Dicen que es ciego. ¿Ciego? / Tiene el ojo certero del francotirador / y él, sólo él, mira al futuro / confiado.”
Que nada es azaroso, que hay un todo que enlaza una sucesión de acontecimientos, que proporciona una continuidad, se manifiesta en el poema Amor a primera vista. “Ambos están convencidos / de que los ha unido un sentimiento repentino”, escribe sobre esos dos amantes, pero, tras enumerar toda una serie de posibilidades que podría haberlos unido antes o en otras circunstancias, concluye: “Todo principio / no es más que una continuación, / y el libro de los acontecimientos / se encuentra siempre abierto por la mitad.” Para Szymborska, nos encontramos siempre en el centro de los acontecimientos, no somos el inicio de nada.
También la muerte y la trascendencia son motivos que aparecen a lo largo del libro. Sobre la primera, ofrece una visión original, con un tono a la par irónico, en Gato en un piso vacío. El punto de vista sobre la muerte –constatada por la ausencia del dueño– lo ofrece un gato. “Morir, eso no se le hace a un gato. / Porque qué puede hacer un gato / en un piso vacío.” “Aquí había alguien que estaba y estaba, / que de repente se fue / e insistentemente no está.” La autora permite mostrar al gato su ira, su exasperación, su rebeldía ante la muerte. Y en Nada en propiedad aparece el alma como protesta contra la factura por la vida. “Nada en propiedad, todo prestado. / Estoy empeñada hasta el cuello.” Y aunque no logra recordar “dónde, cuándo y para qué” le abrieron esa cuenta, “La protesta contra eso es lo que llamamos alma. / Y es esto lo único que no está en el inventario.”
Aunque la propia Szymborska negase el carácter existencial de su poesía, lo cierto es que, atravesados por la experiencia, se podría decir que sus veros son hondamente reflexivos y, por ello, de cariz filosófico. Posee una conciencia lúcida que se empeña en indagar sobre la situación del ser humano. Su poesía posee todo el coraje de un pensamiento que no se arredra ante las experiencias más amargar de la vida (tal que la guerra). Como ayuda en esa tenaz tarea están el humor y la ironía, que pueden ser elementos salvadores en múltiple ocasiones, y que aportan un tono de distanciamiento a fin de que el yo no caiga en esa inicial desesperación. Porque, a pesar de un cierto escepticismo –quizá más valdría hablar de un estoicismo– su poesía explora con “entusiasmo” mas sin complacencias la realidad de la existencia humana. 

© Copyright Rafael González Serrano

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