-¡Salve, compañero! (Iba a saludarte como “Querido blog…” pero seguro que te iba a molestar ese inicio, como el de una adolescente cursi a su diario).
- A qué viene esta salutación.
- Pues a que estamos de onomástica. Cuatro años y medio…
-…aunque con una interrupción por medio, gracias a tu pericia…
…y más de veinticinco mil entradas.
-¡Vaya! Las mismas que hace cualquier famosillo en un día (o, incluso, en unas horas). Puedes estar orgulloso.
-
No seas sarcástico que tú también estas en esto.
-
Qué voy a hacer; a aguantar lo que eches en mis entrañas.
-
Pues sí, que para eso soy tu dueño.
-
Ya, ya veremos el día que me rebele.
-
Alguna jugarreta ya me has hecho, así que no te hagas el ingenuo.
-
Será debido a tu torpeza al manejarme, ya antes aludida.
-
Puede, pero es que eso de que tus órganos internos sean puro diseño
informático…
-
De alguna forma me tengo que defender ante tus partos y elucubraciones.
-
Bueno, vale, pues a lo que iba. Te acuerdas que te engendré porque me habían
dicho que el que no está en internet es como si no existiese.
-
Pues ahora…
-
… sigo sin existir, ya lo sé.
-
Hombre, a lo mejor un poquito…
-
Es cierto, a algunos les habrá llegado mis mensajes. Pienso que no han sido
botellas lanzadas a las aguas de la Red en vano. Al menos así lo avalan las
veinticinco mil entradas.
-
Bien, pero no te vengas muy arriba, ¿eh? Que en la Red –como dices– hay de todo
y para todo.
-
Ya; pero quien entra en un blog de poesía, no es un mero curioso.
-
No; raritos –o muy “especiales” – como tú.
-
Vale, compañero; me estimula enormemente tu incondicional apoyo.
-
¿Ahora eres tú el que va de irónico?
-
Si no me animo yo… El caso es que no sé si habrá servido esta labor para darme
a conocer mucho como escritor, pero sí es cierto que mi nombre ha sido leído en
diversas latitudes.
-
Vamos, que te has internacionalizado.
-
Sabes de sobra, porque para eso tienes una víscera llamada estadísticas, que ha
habido entradas de Estados Unidos, Méjico, Argentina, Colombia, Perú, Francia,
Alemania, Rusia y muchos más países (y no en pequeña cantidad); aparte de las
de España, claro.
-
¡Enhorabuena! Pero sabes qué pienso: que me conocen más a mí –mi titulo– que a
ti –con nombre y apellidos–.
-
Vanidoso me ha salido el muchacho. Ahora resulta que quien escribía las entradas
eras tú. ¡Pues no me han costado mi trabajo algunas!; (semanas de lectura y
redacción tuve que dedicarles).
-
Tampoco es que fueran tesis doctorales; pero sí algo “densillas” algunas, por
no decir otra cosa…
-
Envidia, que tú no pones el intelecto…
-
…que sin los medios que aporto, no sería nada; simplemente no existiría. O, al
menos, no sería visible.
-
Sí, ya sé: todo te lo debo a ti. Pero el que suda las letras soy yo.
-
Eso, eso; los escritores a escribir: es lo vuestro. Otros –como los
distribuidores, o nosotros los blogs– a cosas tan imprescindibles como la
logística o dar la imagen de un producto.
-¡Arrea!
Ahora sois… como los distribuidores.
Pues, mira, en alguna cosa que me callo, igual sí.
-Qué
insinúas.
-No,
nada, nada; tengamos la fiesta en paz. Además, excepto que tengamos una ruptura
brusca por desavenencias insalvables…
-…o que metas la pata de nuevo y me asesines
definitivamente…
-
…lo que creo que no nos interesa a ninguno de los dos, seguiremos juntos, ¿no?
-
¡Qué remedio!
-
Y me da que a ti –lo has confesado hace poco– también te encanta seguir en el
candelero, ¿verdad?
-
Para qué habré hablado.
-
Es que jactarse de algo… evidencia los intereses aparentemente ocultos.
-
Touché.
-
Así que, a pesar de las chanzas, amigo, seguiremos en el mismo barco. Hasta
siempre…
-
...¡salud!…
-
…¡Amén!
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