Robert Frost nace en San
Francisco en 1874. Estudió dos años en Harvard pero no se graduó. Tras
desempeñar diversos oficios, se dedicará a la literatura. Al norte de Boston es el segundo libro de poemas publicado, en
1914, durante su estancia en Inglaterra.
De regreso a Estados Unidos, alcanzará un notorio éxito, impartiendo durante
años clases en varias universidades y obteniendo diversas distinciones, como el
premio Pulitzer de poesía o la Medalla de Oro del Congreso. Entre su amplia
producción cabe mencionar títulos como Intervalos
en la montaña (1916), New Hampshire
(1923), El arroyo que fluye al oeste
(1928), Una cordillera lejana (1936),
El árbol testigo (1942), La máscara de la razón (teatro, 1945) o En el calvero (1962). Morirá en Boston
en 1963.
El libro está compuesto por
dieciséis largos poemas (salvo los dos últimos), de carácter narrativo, donde
se incluyen extensos diálogos, monólogos dramáticos y descripciones. El origen
de su redacción data de su estancia en una granja que adquirió en Dewy, Nueva
Inglaterra. La observación de sus vecinos le sirve de referente a la hora de
crear los personajes que aparecen en estos poemas, enfrentados a una dura lucha
con el clima y la tierra.
Hay diversas oposiciones en su
obra, como la que enfrenta a individuos, o a individuos con la colectividad, a
lo rural con lo urbano, al hombre con la naturaleza o a la tradición con el
progreso. En Cerca en reparación
aparecen esas barreras –tanto físicas como lingüísticas– que separan a los
individuos: “Hay algo que se opone a que una cerca exista, / que hincha la
tierra helada y la socava”. A pesar de esa oposición de la naturaleza, los
hombres se empeñan en levantarla –“y volvemos a alzar la cerca entre nosotros” –;
pues el vecino afirma que “buenas cercas hacen buenos vecinos”.
La presencia de personajes
derrotados simboliza la extinción de un sistema de valores. Eso ocurre con el
desempleado de La muerte del jornalero,
donde el antiguo jornalero retorna a la granja de donde se fue –“sin nada en el
ayer que mirar con orgullo, / sin nada en el mañana que ver con esperanza” –,
para solicitar un trabajo, aunque lo que encontrará en su regreso será la
muerte. En El egoísta, un accidentado
aceptará resignado la escasa indemnización que le ofrece la empresa, pese al
consejo en contra de un amigo.
La incomunicación entre las
personas debido, en buena medida, a las diversas formas de usar el lenguaje o a
las distintas maneras de entender los mismos acontecimientos se hallan en otros
poemas. En Entierro en el hogar un
matrimonio contempla desde su casa el cementerio donde se encuentra enterrado
su hijo muerto. Él la interpela si “no puede un hombre hablar de su hijo que ha
muerto”, a lo que le responde que “no puedes porque no tienes palabras. / Si
tuvieras al menos sentimientos, tú que cavaste / con tus propias manos su
pequeña fosa”. En este poema Frost está también contraponiendo la visión ante
un drama de mujer y hombre. Y en El
código muestra como una frase dicha por un granjero –“que pusiéramos más
esmero”– es interpretada por un bracero como una auténtica ofensa.
En Cien cuellos de camisa dos personajes coinciden durante una noche
en la misma habitación de un hotel: un profesor y un recaudador de
suscripciones. Este último, en una charla un tanto absurda (Frost no olvida el
uso del humor en determinados poemas) le promete regalarle cien cuellos de
camisa que no le sirven. En este poema también el autor explora la posibilidad
de que se levanten de nuevo barreras entre los individuos, y de que los valores
democráticos hayan degenerado en intereses partidistas. Sin embargo, en La casita negra aboga por el
abolicionismo y la igualdad racial.
Las generaciones de los hombres y El ama de casa –los dos poemas más extensos del libro– representan sentidos
completamente contrapuestos. En el primero presenta un encuentro esperanzado
entre dos jóvenes que exploran, a lo largo de generaciones, esa cita forjada
por el destino (en juego hablan de un hipotético origen común en el apellido
Stark). Mientras que en el segundo lo que se plantea es un desencuentro, una
relación condenada a la separación. El motivo de una mujer frustrada se halla
asimismo en Servidora de servidores.
Ella lo que necesita es “descansar de preparar comidas para gañanes
hambrientos”. Porque su horizonte es esa ventana desde donde observa “todas las
tormentas [que] se nos vienen hacia la casa”. Pero, aunque desearía escapar de
ese entorno asfixiante, reconoce que “no tengo valor para exponerme a un riesgo
así”, y echaría en falta en esa hipotética huida “un buen tejado que me diese
cobijo”.
En poemas como Arándanos o El miedo Frost analiza la trasgresión de lo cotidiano: bien sea no
aceptando que unos frutos donde “el azul es un vaho del hálito del viento” no
sean de todos, bien mediante el terror que inspira lo desconocido, ruptura de
la normalidad que sufre un matrimonio de granjeros al sentirse acechados por un
supuesto peligro externo. Y la
disyuntiva entre retroceder o avanzar, entre “voy a volverme desde aquí”, o
“seguiré adelante… y ya veremos”, en definitiva, sobre qué opción tomar en la
vida se plantea en El montón de leña,
aunque ese haz esté condenado a calentar
el cenagal helado “con la morosa combustión sin humo de las decadencias”.
Se ha interpretado el título del
libro como una evidente ironía de su autor: la economía capitalista invasora
avanza –Al norte de Boston– amenazando
a una cultura agrícola. Frost reproduce el conflicto entre lo tradicional y el
progreso, entre lo viejo y lo nuevo; confrontación entre la riqueza urbana y el
yerto vacío que se encuentra al norte. Buena parte de los poemas contienen esa
oposición entre lo rural y lo urbano, y poseen una dimensión simbólica al
representar diversos aspectos del mundo agrario de Nueva Inglaterra. Los
personajes muestran su subjetividad a través de sus propias reflexiones y percepciones
de la realidad, y el poeta acude a la lengua de los lugareños para dar forma a
una voz poética que transmita ese mundo a los habitantes de la ciudad.
En este poemario Frost explora
las preguntas fundamentales de la vida, a la par que enfrenta al individuo con
la soledad de esa existencia. De ese modo, Al
norte de Boston plasma esa difícil y complicada lucha del hombre en un
medio rural –con una naturaleza hostil para él–, si bien que éste debe tanto
enfrentarse a ella como sentirse en comunión a través de ese contacto; y
reaccionar, sobreponerse, en definitiva, actuar, ante los procesos de la propia
naturaleza. Y si detrás de esos procesos
se esconde algún riesgo inminente, al enfrentarlos, el hombre –y Frost por
medio de su creación poética– intenta descifrar el misterio de los mismos.
© Copyright Rafael González Serrano
He leído a lo largo de años a fascinantes poetas norteamericanos como Robert Lowell, Anne Sexton o Sylvia Plath, por poner algún ejemplo de escritores relativamente contemporáneos, ya que todos fallecieron entre los años 60 y 70. Me parece muy interesante esta reseña que haces sobre Robert Frost, hasta ahora un desconocido para mí. Se ha despertado en mí la curiosidad por conocer su obra. Casualmente falleció el mismo año que Sylvia Plath, año en que yo nací: 1963.
ResponderEliminarAda Soriano
Hola, Ada (bajo sobrenombre).
EliminarHe reseñado anteriormente a Lowell y a Plath, así como a otros poetas americanos (en el blog hay un enlace a ellos); quizá en un futuro lo haga con Sexton. Me alegro de que hayas tenido noticia de Frost a través de mi artículo.
Gracias por seguirme y un fuerte abrazo.
Muy interesante, como siempre. Un abrazo y gracias por tenerme como destinatario de tus entradas.
ResponderEliminarGracias a ti, Armando, por seguir lo que escribo en este blog dedicado a la poesía. Otro abrazo.
EliminarEstimado Rafael, siempre hallo en tu blog entradas interesantes. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias María José por tus amables palabras. Que desde tu mirador sigas observando las estrellas. Otro abrazo para ti.
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