XXVI
Llegar tarde a
la cita con la muerte:
ardid inútil.
XXXII
Fulge la brasa
del mañana
soñando
llamas de ayer.
XLIV
La hiedra abraza
estatuas
buscando su
latir interno.
LXXVIII
Pentagramas de
nieve cobijan
notas
de sal helada.
CX
La
sal, el hielo,
el
silencio, abrasan
mapas
de venas.
Se fueron los
ríos del día,
por los cauces
de la sospecha.
Un almanaque de
palabras
rememora
nuestros errores.
El alma es un
cruce de caminos:
entre la huida y
el desencuentro.
Planetas grávidos
de lejanía
en las entrañas,
océanos divididos
por el hemisferio
de la huida,
ciudades vertidas
en el vientre
de los dioses,
calles entregadas
a las prisas
de los rostros,
huellas olvidadas
en la espalda
de un segmento.
Ir hacia
lo minúsculo,
lo inapreciable:
la nada.
Cuando
queremos lo que podemos, entonces nuestro deseo construye una tupida red de
fantasías donde quedar atrapados.
Quien
no tiene momentos de piedad está expuesto a caer en los pantanos de la
conmiseración.
No
creer es inevitable consecuencia de una razón implacable; vivir es fruto de un
impulso siempre desconocido.
"El alma es un cruce de caminos". Qué buen verso, como tantos de este libro. Felicidades.
ResponderEliminarJosé Luis Zerón y Ada Soriano.
Gracias por vuestras cariñosas palabras sobre mis versos. Un fuerte abrazo.
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