Deseo de ser piel
que respire
por los poros palpitantes
de una herida
abierta en la fuga
de las palabras.
Anhelo de los días
donde se
iluminaban los vacíos,
y las dudas
se resolvían en
tactos de voluntad.
Sentido,
el de la rabia
desafiando agravios,
y espadas como
besos de traición,
avanzando
ansias y apremios.
Todo fugaz
y vencido pacto.
Existimos
porque los demás nos reconocen; por eso la soledad absoluta nos conduce a la
irrealidad.
El
deseo y el horror se esconden en las cesuras de la memoria, aunque el recuerdo
nos los presente como páginas escritas del inconsciente.
El
dolor es una sensación que la conciencia ha asumido como sufrimiento para así
esclarecer que, en lo profundo, es donde se puede asistir al nacimiento del
cuerpo.
En el
fanatismo habita la cruel locura que, al domesticarse, deviene satisfecha
creencia.
En el
yo se asiste a la aventura de la incoherencia, el extremo desatino que sólo el
farsante espíritu trata de presentar como un paisaje de posibilidades múltiples.
Entre
el cero de la bestia y el infinito del dios, una cantidad innumerable de cifras
representa a los hombres.
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