lunes, 2 de febrero de 2015

Wystan Hugh Auden: Gracias, niebla (y 2)

El inexorable paso del tiempo se refleja en Canción de cuna: “Narciso es un vejestorio / amasado por el tiempo, liberado por fin / del ansia de otros cuerpos.” Lo mismo que en el tono melancólico del inicio de Gracias, niebla: “Acostumbrado al clima de Nueva York, / tan familiarizado con su contaminada niebla, / a ti, su inmaculada Hermana, te tenía olvidada por completo, / a ti y a cuanto aportas / al invierno británico.” La niebla juega el papel de ángel protector, dada su condición de “inmaculada”, pero también de genio malo al mantener al poeta y sus amigos aislados en la casa. No obstante, es un símbolo de serenidad que propicia un ambiente tranquilo y grato: “dentro, tenemos los espacios apropiados, / confortables, propicios / al recuerdo y la lectura.” Y ello frente al mundo de las obligaciones: “pronto tendremos que volver, /… / al mundo del trabajo y del dinero, / preocupados por esto y por lo otro.”
El poeta habla y actúa gracias a la imaginación, y es consciente de lo sacramental de sus palabras, de que nombrando lo finito puede acceder a lo infinito: “Sobre los océanos, los continentes / y las copas de los árboles, la Luna /… / será aún el Icono de todas las madres, / ya que nunca los segundos pensamientos / podrán desterrar nuestros sentimientos de primera mano, /… / las constelaciones y planetas, / desperdigados por el firmamento, / aún proclaman de manera oficiosa / la grandeza de Dios.” (Nocturno). Son los sentimientos de primera mano, si bien que gracias al proceso artístico, y no los segundos pensamientos –las reflexiones lógicas– los que pueden alcanzar el sentido último. Ya que, en medio de esa noche en la que algunos no duermen (“jóvenes radicales conspiran / para volar un edificio”), la inocencia de la que somos hijos imperfectos “allí fuera perdura, / donde poder y deber significan lo mismo.”
En la búsqueda de una identidad, el poeta puede establecer un debate con el tiempo y con las personas del verbo que protagonizan la experiencia. “Dentro de un lugar no de Nombres / sino de Pronombre Personales / establezco un debate con Mi Mismo / y reconozco como presente / que un Tú y un Tú se compriman en un Nosotros, / sin pensar en la multitud, / en todos esos que nosotros consideramos como Ellos” (Albada). Mas en la asunción de esa identidad y en la construcción de un relato que la verbalice, “los cuentos que Nosotros contamos del Pasado deben ser verdaderos.” Y el referente de todos debe ser un genésico origen sin el cual el yo se torna espurio: esas Madres “que vigilan las Puertas Sagradas, / sin cuyas advertencias  mudas / el verboso Yo / se convierte en un déspota vicioso.” (Canción de cuna). Una vez más lo sagrado como garante para trascender el desencanto del mundo.    
En el poema Gracias, niebla la voz reclama la santidad de todo lo observado, incluso en contraposición a los elementos vulgares y rechazables: “Ningún sol estival logrará nunca / disipar la total oscuridad / vertida en los periódicos, / que vomitan en una mala prosa / los sucesos inmundos y violentos / que la estupidez nos impide prevenir.” Y  aunque “nuestra tierra es un lugar triste, / pero por esta tregua especial, / tan sesgada y sin embargo tan festiva”, el poeta no puede por menos que agradecer todo lo que esa especie de genio tutelar le ha aportado: “gracias, gracias, gracias, Niebla.”
El apóstrofe a la niebla pude considerarse como la toma de conciencia de que esta es un elemento sagrado –un genius loci como han observado algunos comentaristas– mediante el cual poder acercarse al sentido tanto de la Naturaleza como de la identidad del ser humano; aunque sea mediante la ficción surgida de los sentimientos y sensaciones pues el poeta elabora, crea un mundo literario, siendo el proceso lo realmente trascendente, pues la imaginación es la que pone en marcha todo un proyecto cuyo sentido es ir precisamente hacia un futuro desconocido. 
Gracias, niebla lejos de ser un libro que pueda tomarse por inacabado, dada su condición de póstumo, manifiesta la madurez completa de Auden. Frente a las composiciones más antiguas que poseen imágenes más concretas y un lenguaje más coloquial, aquí el tono es más abstracto y reflexivo –y no por ello indescifrable–, consciente de la búsqueda que realiza en la materia poética, que es una labor de exploración por el territorio no siempre alcanzable de lo sagrado. Escribe una poesía en la que la nada y el silencio se encuentran y, de esta forma, se crea una perspectiva donde la imaginación por medio de la escritura en proceso (pues él creía que un poema nunca está acabado), intenta acceder a lo que no es verificable aplicando una mera experiencia empírica. 

© Copyright Rafael González Serrano

6 comentarios:

  1. Gracias por acercarme a este poeta, al que conozco poco. Saludos,

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    1. Gracias a ti, Susana, por leer y valorar mis entradas. También sigo tus Noches blancas. Un saludo.

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  2. No recuerdo haber leído nada de Auden en mi vida. Tus comentarios me animan a visitarlo. Supe de él tangencialmente, quiero recordar que al hilo de algo sobre Mann. Algunos detalles que cuentas me son familiares, pero en realidad... lo que de veras CUENTA... es que nos animas a acercarnos a este poeta y haces tú de Virgilio... Muchas gracias.

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    1. Muchas gracias, Antonio José por tu amable comentario respecto a mi entrada; y me satisface que te sirva para tener conocimiento de un gran poeta. Yo también soy seguidor de tu blog. Un cordial saludo.

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  3. No conocía este autor, me alegro pasar por tu blog.

    un saludo

    fus

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    1. Gracias, fus, a mi también me alegra que te pases por aquí. Otro saludo para ti.

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