Nacido en una ciudad
griega trimilenaria (de la que todos los griegos fueron expulsados tras la ocupación
turca), Esmirna, en 1900, la obra de Yorgos Seferis constituye un empeño
denodado por el regreso (quién sabe si imposible), ya que, para él, el viaje de
vuelta es lo más característico de lo griego (Odiseo). Desterrado, viajero
impenitente (por condición o actividad profesional), tuvo la sensación de estar
siempre en mitad de algo, como entre dos puertos. Por ello, más emblemática que
su obra Mythistorima, nada, pues
cuando la escribe y publica se halla “nel mezzo del cammin” (que diría el
florentino). Es de 1935, aproximadamente hacia la mitad de su vida.
Mythistorima es una composición de veinticuatro poemas líricos y
dramáticos en verso libre. El término en griego coloquialmente significa
“novela”. En la primera edición, anota Seferis: “Mythistorima– son sus dos
componentes los que me hicieron elegir el título de este trabajo: MYTHOS
(mito), porque he usado, con claridad, cierta mitología; ISTORIA (historia en
ambos sentidos de la palabra: el de hecho
real y el de relato), porque he
intentado expresar, con cierta coherencia, una situación tan independiente de
mí como los personajes de una novela.”
Este libro está
escrito desde la noción del exilio, y hay en él una presencia constante del
viaje, del eterno retorno que lo asemeja a Odiseo. Así, en el poema I, escribe:
“Al mensajero / tres años lo esperamos a porfía /…/ Fundidos a la reja del
arado o a la quilla del barco / buscábamos hallar de nueva cuenta la semilla
primigenia / de la que germinase una vez más el más antiguo drama.” Continúa:
“hemos tornado a nuestras casas rotos / extenuados los miembros, las bocas
agrietadas”; para concluir: “A nuestra vuelta hemos traído / estos
bajorrelieves de un arte muy antiguo.” Ese germinar
el antiguo drama denota su esfuerzo
por revivir el sentido del mito en su época, en la secularidad de la vida
cotidiana, del presente más habitual.
La peregrinación, la
búsqueda, la siempre reiniciada travesía, y las preguntas que ese deambular le
sugieren se convierten en claves de la poesía de Seferis, y cifran la imagen de
la vida, siempre asediada por la conciencia de la temporalidad y de la pérdida.
En el poema VIII se recoge: “Pero ¿qué buscan nuestras almas en su viaje /
sobre maderos que la sal del agua pudre / de puerto en puerto?” “Que eran
hermosas islas lo sabíamos / por ese rumbo por donde andamos a tientas / un
poco más acá un poco más allá / a una ínfima distancia.”
Los símbolos del
vacío, la soledad, de lo estéril se manifiestan en ese pozo que contiene la
nada: “Un pozo más en una gruta /… y la gruta apuesta el alma y la pierde / a
cada instante, llena de silencio, sin una gota.” (poema II) Y en el poema XV
insiste: “Apiádate… / de aquellos que hablan solitarios con aljibes y pozos / y
entre las ondas de la voz se ahogan.” Y vuelve a lamentarse en el poema XVIII
por “haber dejado correr un ancho río entre mis dedos / sin beber una sola
gota. / Ahora me hundo en la piedra.”
La historia –en el
sentido de narración– que escuchamos en sus poemas no está contada por alguien
diferente, distinto a aquellos que padecieron la otra historia. Por eso afirma
que “si el alma a sí misma / se quiere conocer
/ es en un alma / donde debe mirar: / al extranjero y al enemigo en el espejo
lo hemos visto.” (poema IV). El otro, pues, es también uno mismo; y el
sentimiento de tragedia –en su sentido clásico– es la aceptación del destino
(mas, para Seferis, no como una fatalidad inevitable), la plasmación de esas
calamidades en una representación, en una escenificación, que hace las veces de
catarsis.
Porque sus hombres
huecos, vacíos, somos todos. Escribe en el poema X: “Carecemos de ríos,
carecemos de pozos, carecemos de manantiales, / tan sólo unas cisternas –y
vacías, donde suena el eco– a las que veneramos. / Un sonido estancado y hueco,
igual que nuestra soledad / igual que nuestro amor, igual que nuestros
cuerpos.” Y es que esos seres abstraídos, agotados y cercanos a la alucinación
se sientan a mirar el crepúsculo y “miramos encenderse en el ocaso / tablones
rotos de unos viajes que nunca han terminado / cuerpos que ya no saben cómo
amar.”
Y es que siempre el
viaje vuelve como un leimotiv incesante, como una constante que atraviesa todo
el texto, y en la cual se halla viva tanto la tradición cultural griega como el
dolor de un cuerpo maltratado y exhausto como el del pueblo griego: “Nosotros
que partimos en esta peregrinación / hemos mirado las estatuas rotas / … hemos
dicho… / que tiene la muerte caminos ignotos / y una justicia propia; / … que en tanto que nosotros, aún de pie, /
morimos hermanados en la piedra / unidos a dureza y a flaqueza, / los muertos
de otros tiempos han roto el círculo y de nuevo se han levantado / y sonríen en
una extraña paz.” (poema XXI). Ese periplo, que es también a través del tiempo,
no puede ser de otro modo que por el mar: “El mar, el mar ¿quién podrá
agotarlo? (poema XX).
La memoria es
necesaria para recuperar ese tiempo pasado y traerlo al presente, no como pura
arqueología sino como vivencia genésica, tal y como solicita en el poema XXIV:
“que no se olviden de nosotros, frágiles almas entre los asfódelos, / que
vuelvan las cabezas de las víctimas al
Érebo”; si bien que en algún pasaje también rechace esa memoria, renuncie a
ella –puede que por fatiga y desencanto pasajeros–, apelando a una “voluntad de
olvido” (poema VI).
El helenismo de
Seferis no es sentimental, ni fruto de reivindicaciones políticas, sino de
asumir cabalmente la tradición cultural de su tierra y, en tanto que tal, una
aceptación del destino como purificación. En su libro se encuentra presente un
nosotros, puesto que sus compatriotas –y podría hacerse extensible a todos sus
coetáneos– viven (vivimos) ese drama, esa tragedia en sentido clásico; y
también estando de regreso, volviendo al camino, amamos la vida, ya que: “Un
poco más / y veremos florecer a los almendros / brillar al sol los mármoles /
al mar romperse en olas // un poco más, / alcémonos aún un poco más.” (poema
XXIII). Concibe, pues, la poesía como un método de conocimiento, y su humanismo
le lleva a reflexionar, a partir de los mitos y la historia, sobre los
universales del hombre: la alegría y el dolor, el pasado y el presente, la vida
y la muerte.
© Copyright Rafael González Serrano
Es muy interesante
ResponderEliminargracias por compartirlo.
Gracias, María Teresa, por seguir tan fielmente mis entradas.
EliminarNo conocía a Sefiris. Me resulta profunda su poesía. Lo comparto en google para que llegue a más lectores. Un saludo.
EliminarGracias, María José, por compartir tan interesante autor con otras personas. Otro saludo para ti.
EliminarGracias, Rafael, por tan interesante información acerca de Yorgos Seferis
ResponderEliminary su obra, y por permitirnos aproximarnos a la misma.
Un cordial abrazo
A ti, Pilar, y me alegro que te aporte una información interesante. Otro abrazo par ti.
EliminarUna entrada muy completa. Gracias Rafael. Saludos. Anna
ResponderEliminarGracias por esa positiva opinión. Sigo las entradas de tu Memoria perdida. Saludos.
EliminarMe ha encantado, lo desconocía y ha sido muy interesante conocer la historia y la forma de expresión de este poeta. Gracias por compartir cosas tan interesantes.
ResponderEliminarMe alegro, Esperanza, de que te haya servido para conocer a tan excelente poeta. Gracias a ti.
EliminarGracias Rafael por compartir este post tan cultural.
ResponderEliminarSigo leyendo más entradas de tu estupendo blog.
Abrazos fraternos de MA.
El blog de MA.
Gracias a ti, M A, por tu constancia en leer mis entradas. Continuaré pasándome por el blog de MA. Otro abrazo para ti.
EliminarYa lo conocía, pero me has abierto las ganas de releerlo.
ResponderEliminarUn acierto, sin duda, ya que hay mucha gente que no lo conoce.
Magnífio trabajo, Rafel. Enhorabuena.
Un abrazo
Muchas gracias por tu generosa opinión, María José, y me alegro de que te haya motivado para releer a tan magnífico poeta. Un cordial abrazo.
EliminarNunca he leido la poesia de Seferis y me interesa mucho una vez leida tu publicaciòn. muchas gracias por este regalo.
ResponderEliminarun abrazo
fus
Pues te la recomiendo, un grande. Gracias a ti. Un abrazo.
Eliminar