sábado, 19 de diciembre de 2015

Diálogo ¿ficticio? con mi especular imagen

-¿Has mirado el contador?
-Sí; ¿por qué?
-Pues porque no te veo eufórico celebrando las más de cincuenta mil visitas, como hiciste con las veinticinco mil anteriores.
-Tampoco es que estuviera entonces, como dices, “eufórico”, pero sí moderadamente satisfecho.
-Y ahora ¿no?
-Ya te encargaste tú la otra vez de bajarme la moral, diciéndome aquello de que cualquier famosete o estrellita reciben miles y miles de visitas en sus páginas en muy poco tiempo.
-Y es verdad. Y no veas en las redes sociales; eso a lo que tú no te quieres ni asomar. En facebook o twiter pueden ser decenas de miles en unas horas. Y seguidores, no veas: a cientos.
-De amigos, ¿no?
-De lo que sea; el caso es darse a conocer cuanto más mejor.
-Pues muy bien; yo con esto que tú –querido blog– y yo realizamos me doy por contento. Creo que hago –perdón, hacemos– una labor bastante digna.
-¡Vale! Te paso la guasita del “querido blog”; pero no me hace mucha gracia que no me tengas en cuenta para tomar depende de qué decisiones. Por ejemplo, lo de promocionarnos más.
-¿No habíamos quedado en que yo era el jefe? Pues yo decido.
-¿Dónde está eso acordado?
-Tácitamente sí, pues al ser yo el que curraba –redactaba entradas, hacía las reseñas, seleccionaba imágenes, etc.– me compete la responsabilidad de tomar decisiones. Tu labor era la de ser la imagen, aunque se te subiese a la cabeza, puesto que decías aquello de que te conocían en internet más que a mí.
-Ya me estás vacilando. Pues no es poca cosa ser la marca de algo. Y estoy seguro de que es más conocido De turbio en claro que Rafael González.
-Sí, aunque se te olvida un pequeño detalle.
-A ver agudo bloguero.
-Pues que tu nombre me pertenece, pues soy el que lo ha inventado: sin Rafael González no existiría De turbio en claro.
-Vamos, que tú eres mi dios.
-Por mucho que quieras devolverme el vacile, sabes que no puedes refutarme lo que te he dicho. A no ser que…
-…que quiera independizarme de ti.
-Efectivamente, aunque no sé cómo obtendrías tu propia autonomía.
-¡Anda!, como si no hubiera habido personajes que se emancipan de su autor; o, al menos, lo intentan.
-¡Caramba! Leído me ha salido el mozo. Pero sabes de sobra que eso no deja de ser literatura. La verdad es que yo soy tu único sustento y hacedor.
-Cosa que cada vez llevo peor, y que no deja de molestarme –y casi humillarme– profundamente. Aunque podría también tomar una decisión drástica.
-¿A qué te refieres?
-No te acuerdas ya de que debido a tu impericia…
-…dale la burra al trigo; un fallo, ciertamente grave, pero que se subsanó, no me lo vas a estar reprochando una y otra vez.
-Bueno, pues ese fallito, me pudo costar la vida.
-No te me pongas melodramático.
-No, si lo que me puedo poner es hasta trágico.
-A ver; explícate.
-Pues que de la misma forma que tú a punto estuviste del homicidio –por muy involuntario que fuese–, yo puedo poner en práctica el suicidio.
-¿Y desaparecer? No te lo crees ni tú. Pues no tienes tú un ego la mar de subidito. Y que ya nadie se pasease por tus páginas, por tu diseño informático, por tus secciones y enlaces. ¡Vamos anda! Y que ningún navegante deslizase su mirada por tu piel digital al desaparecer del inmenso océano de la Red. Se ve a la legua que vas de farol.
-Siempre me coges por el lado de mi irrefrenable vanidad. No sé por qué siempre caigo en tus tretas.
-Porque te conozco como si te hubiera parido.
-Vaya; y además, sigues con la chufla.
-Es que me lo pones como las carambolas a Fernando VII. Mira, lo mejor es seguir como ya convenimos en nuestro anterior diálogo (o supuesta cháchara), pues es beneficioso para ambos.
-¡Si no queda más remedio!
-¡Que así sea!  

Mapa de visitas mensuales

Me gustan (sin prioridad)

  • Edmond Jabès, El umbral La arena
  • Poema de Gilgamesh
  • Salvador Dalí, El gran masturbador, Persistencia de la memoria
  • Elephant's Memory, Elephant's Memory
  • Thomas Mann, La montaña mágica
  • Louis Ferdinand Celine, Viaje al fin de la noche
  • Giuseppe Arcimboldo, Las estaciones, Los elementos
  • Arnold Schönberg, Peleas y Melisenda
  • Luis Cernuda, La realidad y el deseo
  • Chocolate Watchband, The inner mystique
  • William Faulkner, El ruido y la furia
  • Edgar Lee Masters, Antología de Spoon River
  • Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares
  • Starwberry Alarm Clock, Incense and peppermints
  • William Shakespeare, Hamlet, Macbeth
  • Vincenzo Bellini, Norma
  • Eugène Ionesco, El rinoceronte
  • Samuel Beckett, Esperando a Godot
  • Friedrich Nietzsche, El origen de la tragedia
  • Franz Kafka, El castillo, El proceso
  • Laurence Sterne, Tristram Sandy
  • Arthur Honegger, Pacific 231, Sinfoná litúrgica
  • Erick Satie, Gymnopédies
  • Sylvia Plath, Ariel
  • Odisseas Elytis, Es digno
  • Rainer Maria Rilke, Elegías de Duino
  • San Juan de la Cruz, Cántico espiritual
  • Love, Forever changes
  • James Joyce, Ulises
  • John Dos Passos, Manhattan transfer
  • Alban Berg, Lulú
  • Francisco de Quevedo, Poesía, Los sueños
  • Jorge Luis Borges, Ficciones, El otro, el mismo
  • Béla Bartok, Música para cuerda, percusión y celesta
  • Left Banke, Walk away Renee
  • Maurits Cornelis Escher, Relatividad, Reptiles, Mano con esfera
  • Harpers Bizarre, Feeling groovy
  • Hieronymus Boch, El jardín de las delicias
  • Ezra Pound, Cantos pisanos
  • Paul Celan, Amapola y memoria
  • Flamin' Groovies, Teenage head
  • Carl Off, Carmina burana
  • Nelly Shacs, Viaje a la transparencia
  • Beau Brummels, Triangle
  • Claude Debussy, Preludio a la siesta de un fauno
  • Paul Valéry, El cementerio marino
  • Thomas Stearn Eliot, La tierra baldía
  • Janis Joplin, Pearl
  • Anna Ajmátova, Requiem
  • Fernando Pessoa, Libro del desasosiego,
  • Doors, L.A. woman
  • Agustín García Calvo, Sermon de ser y no ser
  • Igor Stravinsky, La consagración de la primavera
  • Eduardo Mallea, El vínculo
  • Rafael Sánchez Ferlosio, Alfanhui
  • Pedro Salinas, La voz a tí debida

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